El mundo de Rufo y Tino

Tino abre la boca y saca la lengua. Bajo la nariz roja de payaso, una lagartija asoma la cabeza y también saca la lengua.

—Dejá eso —dice Rufo.

La lagartija corre fuera de la boca de Tino y se esconde en el bolsillo de la camisa.

—Pero les gusta, se ríen —dice Tino—. Especialmente los más chicos.

Rufo se pone de pie y mira hacia las butacas: están todas vacías.

—Hoy no vino nadie, ¿quién se va a reír si no hay público?

—¿Y si justo entra un chico? Si nos ve acá sentados sin hacer nada, quizás se vaya.

Tino da dos golpecitos en el bolsillo de la camisa. La lagartija se asoma y saca la lengua.

—¿Ves? Graba está de acuerdo.

—¿Y quién soy yo para discutirle a Graba? —dice Rufo y con una sonrisa acaricia la cabeza del animal.

Rufo deambula con paso perezoso por el escenario. Tiene los zapatos exageradamente grandes y un pañuelo violeta en el bolsillo del saco verde. Se acerca a la única utilería: un enorme tronco de madera que simula un árbol.

—¿Qué pasa que hoy no vino nadie? —pregunta Tino.

—¿Quién sabe? Quizás tenían mejores cosas que hacer —Rufo se limpia el sudor de la frente con la manga de la camisa, corriéndose el maquillaje blanco—. ¡O quizás hubo una guerra! —grita Rufo y levanta los brazos hacia el techo.

La lagartija se esconde dentro del bolsillo.

—A Graba no le gustan las guerras.

—Con tanques, tiros, ataques y contraataques. Y al final —Rufo forma un círculo con las manos y lo va haciendo crecer cada vez más—, una bomba tan tan grande que los mató a todos.

—¿Hasta a los más chicos?

—¡A todos! Somos los únicos sobrevivientes.

—No me gusta este juego, Rufo.

Rufo se acerca a Tino.

—Perdoname. No llores, que se te va a arruinar el maquillaje —le desordena la peluca anaranjada—. Solo estaba jugando. Para pasar el tiempo, ¿sabés?

Tino se seca las lágrimas y sonríe.

Entonces, un chirrido hace que ambos se vuelvan. La puerta de entrada del teatro se abre y un hombre gordo y con el pelo mojado asoma la cabeza. Mira a ambos lados, como para asegurarse que todo está bien y entra. Viste un impermeable amarillo. Se dirige hasta la última fila, deja el impermeable en un asiento y se sienta. Luego saca un sándwich y comienza a comer.

Tino y Rufo observan en silencio.

—Tenemos público —susurra Rufo—. Preparate —y Tino desaparece detrás del árbol.

Rufo se arregla el saco y con voz potente se dirige a su público.

—¡Bienvenidos, niños y niñas, al mágico mundo de Rufo y Tino! Yo soy Rufo y voy a ser su mejor amigo esta noche. Pero, ¿saben? Yo tengo otro amigo que se llama Tino ¿Quién lo quiere conocer?

A través de la luz de luz de los reflectores, Rufo puede ver al hombre que sacó una revista y la lee mientras come el sándwich.

—Lo que pasa, chicos, es que él es un poco tímido y no se anima a salir. Por eso lo tenemos que llamar. Todos juntos: ¡Ti-no!

Rufo cree casi escuchar el sonido del hombre masticando.

—Otra vez: ¡Ti-no! ¡Ti-no!

Vuelve la vista hacia el árbol.

—Psst… ¿Qué pasa? ¿por qué no salís?

—Es que todavía no me llaman —contesta Tino.

—¡No importa, salí ya!

Tino salta al escenario y exagera una reverencia.

—¡Hola, Tino! —dice Rufo y después, dirigiéndose hacia el público—. ¿Saben, chicos? Nosotros no estamos solos. Tenemos otro amiguito y se llama Graba —mira hacia ambos lados del escenario y luego se rasca la cabeza—. Tino, ¿dónde está Graba?

Tino se encoge de hombros, después se fija en el bolsillo izquierdo y en el derecho. Finalmente mira al público y saca la lengua. La lagartija asoma la cabeza y saca también la lengua.

El teatro queda en silencio. Tino permanece un momento con la lengua afuera. Espera, pero no hay risas. Mira con angustia a Rufo.

—Graba, chicos, no es una lagartija común —dice Rufo elevando aún más la voz—: ¡Es una lagartija voladora!

Tino toma impulso y escupe hacia arriba. La lagartija se eleva dos metros, ejecuta una doble mortal y finaliza con un clavado en el bolsillo de la camisa. Luego Tino da dos golpecitos, la lagartija se asoma y saca la lengua.

Rufo y Tino sonríen y miran expectantes hacia la audiencia, pero no hay aplausos. El hombre tose, sin dejar de leer la revista.

Rufo saca cuatro pelotas de su saco y comienza a hacer malabares. Por el rabillo del ojo observa al hombre: ya va por la mitad del sándwich. Una a una le pasa las pelotas a Tino, pero se distrae y lo hace con demasiada fuerza. Una de ellas le pega en la frente a Tino, que cae y se golpea la cabeza contra la base del árbol. Comienza a llorar.

—Ay, Tino ¿Estás bien? Perdoname, yo…

Entonces Rufo se interrumpe. Se vuelve y ve al hombre del sándwich. Los está mirando. Tiene la boca abierta y un pedazo de pan cae sobre la butaca. Se ríe, se está riendo.

Tino se pone de pie y se limpia las lágrimas. Antes que pueda terminar Rufo le da un golpe en la mandíbula. Tino cae al piso. La risa del hombre llena el teatro.

Tino se levanta y vuelve a caer de un rodillazo en las costillas. Lo intenta una tercera, una cuarta vez. Rufo lo golpea y el hombre ríe. Tino vuelve al piso, hasta que está tan golpeado que ya no se puede volver a parar.

Rufo se agacha y sigue golpeando. El hombre ahora está de pie: standing ovation. Aplaude desde la butaca festejando cada golpe.

Rufo no para hasta que le duelen los brazos. Finalmente cae agotado al suelo. Se limpia el sudor y mira hacia la audiencia. El hombre tiene puesto el impermeable y sonríe junto a la puerta abierta. Rufo se pone de pie y, a pesar de las náuseas, hace una reverencia. El hombre aplaude una última vez y deja el teatro.

Rufo se queda en silencio, temblando bajo los reflectores. El eco del último aplauso todavía resuena en el teatro. Sonríe. Entonces se mira las manos. Las tiene cubiertas de sangre y maquillaje blanco.

Se vuelve hacia Tino y lo ayuda a levantarse.

—¿Lo hice bien, Rufo? —Tino apenas puede hablar. Tiene un ojo hinchado y el labio partido —Lo escuché reírse.

—Sí, lo hiciste muy bien —Rufo saca el pañuelo violeta del bolsillo y le limpia la sangre de la cara.

—¿Escuchaste eso, Graba? —Tino da dos golpecitos en el bolsillo de la camisa pero la lagartija no aparece. Se miran. Los ojos muy abiertos. Tino duda un momento y vuelve a golpear el bolsillo. Esperan, pero Graba no se asoma.

Tino mete la mano en el bolsillo y saca la lagartija. Con cuidado la extiende sobre la mano. Rufo aparta la mirada. El teatro queda en silencio.


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